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Largo Viaja hacia la noche. O'Neill reseña 1988j PDF Imprimir E-mail
Escrito por Francisco Moreno   
Lunes, 14 de Mayo de 2012 13:10

 

RESEñA, 1988
NUM. 190, PAG 9 -10

LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE

UNA CUMBRE DEL TEATRO

Miguel Narros y Wiliam Layton – fundadores del TEI y del TEC - montan en el Teatro Español de Madrid este texto  de O’Neill. Para ello, además de contar con sus actores habituales: José Pedro Carrión y Carlos Hipólito, llaman a dos figuras: Margarita Lozano, afincada en Italia, y a Alberto Closas.

 

JOSÉ PEDRO CARRIÓN / CARLOS HIPÓLITO
FOTO: FERNANDO SUÁREZ

El centenario del nacimiento de Euge­ne O'Neill (1888-1953) ha dado lugar no solo a una revisitacn teórica de la obra del famoso dramaturgo norteamericano (1), ganador del Nobel en 1936, sino también a una reposición en los esce­narios de su pieza teatral mas culminan­te y definitiva: Long Day's Journey into Night (2). Ingmar Bergman ha llevado a cabo su montaje en Suecia, y algo más lejanas esn las noticias del éxito ob­tenido par un montaje americano con Jack Lemmon al frente del reparto. En Madrid, la temporada del Teatro Espa­ñol se ha abierto con una versn casi íntegra de esta obra fundamental de la dramaturgia de nuestro siglo. Si esa me­ma convencn de los centenarios sir­ve, en ocasiones, para poner en pie pro­yectos como éste, bienvenida sea.

 

O'Neill escrib Largo viaje hacia la noche, en 1940, en plena madurez ar­stica. No era una de sus creaciones ha­bituales destinadas al escenario: exis­a una prohibición expresa, por parte del autor, de que el texto viese la luz an­tes de transcurrir veinticinco años des­de su muerte. El motivo es bien sabido: O'Neill, que a lo largo de toda su pro­ducción dratica nunca había dejado de reflejar elementos autobiogficos en sus obras, se decidía por fin a hablar directamente de su propia familia, de las personas y los hechos que hicieron de él el hombre hipersensible, dolori­do y atormentado que siempre fue (3). El resultado fue esta pieza antogica, escrita con lagrimas y sangre; un exorcismo hecho de amor y de odio, de pie­dad y de furia, donde su autor se dejó la piel en cada conflicto al tiempo que desplegaba todos los conocimientos teatrales adquiridos en su larga trayec­toria de dramaturgo.

 

s allá del estudio profundo y des­nudo de personajes y conflictos, de la squeda de una catarsis personal, Lar­go viaje hacia la noche es considera­do como un compendio de todo el tea­tro norteamericano contemporáneo. El drama que nos cuenta, pese a ser tan prolijamente biográfico, se transforma, gracias a la genialidad de su autor, en una tragedia universal. En la tragedia colectiva de un sueño, el americano, tal y como expone Isaac Chocrón en su lu­cido ensayo (4). Y también en la trage­dia individual que supone encontrar un sentido a la vida. Los personajes de O'Neill nunca llegaran a encontrarlo. Se aman y se odian con la misma intensi­dad. Cada cual es un poco el infierno de los demás, y, en los breves instan­tes de acercamiento, tambn su salva­cn. Pero al final la soledad individual se impone a cada uno de ellos: acaba­rán, cada uno a su manera, intentado evadir la realidad. Largo viaje hacia la noche es el testamento de un hombre atormentado que tuvo sobrados motivos para ello. Es, asimismo, una lúida y an­gustiosa visn de la existencia y de las relaciones humanas. Una tragedia mo­derna en la que, como explica William Layton, sus personajes no son dioses ni reyes. Son «ordinary people» converti­dos en arquetipo de familia humana, que pasan revista a sus grandes traumas, y para los que no hay salida pues ellos mismos han construido las celdas que les encierran.

 

La tragedia aletea desde el primer minuto en este montaje que Miguel Na­rros y William Layton han presentado en el Español; la llevan los personajes dentro de ese desde el instante en que se alza el ten. Los únicos datos externos que acontecen en esta obra de absolu­ta interioridad no son sino la confirma­ción de dos sospechas que los persona­jes tienen desde el principio: Edmund padece tuberculosis y la madre ha vuel­to a caer en la droga. No hay revelacio­nes ni acontecimientos; sólo un desgra­nar de confesiones, reproches, afectos, sueños y desesperanzas que los perso­najes se arrojan unos a otras desde el primer momento.

La versión respeta casi íntegro el tex­to original. No deja de ser una audacia: cuatro horas de representacn (inclu­yendo un descanso) de un texto que no encierra trucos ni sorpresas. No cree­mos que se trate de un texto intocable; puede comprimirse sin excesivo perjui­cio (recrdese la hermosa pecula de Sidney Lumet (5)) y de hecho existen reiteraciones de fácil supresión, En cualquier caso, es bien como está, v aunque buena parte del público acabe acusando la larga duración y pierda la concentración en el último acto, el más hermoso, sin duda.

 

La adaptación de Ana Antón-Pacheco ha vertido los diálogos hacia un coloquialismo que ayuda a los actores y contribuye a la fluidez del drama, si bien en algunos momentos se pierde algo de la intensidad lírica del original El decorado de Andrea D'Odorico es bello y funcional; los personajes y su drama quedan perfectamente empastados en él al tiempo que la dirección de Narros acierta a mover a los actores en este nada sencillo carrusel de acercamientos y desapegos.

 

Con el capítulo de la interpretación entramos a juzgar el punto decisivo de a una funcn como ésta. Hay una pieza que nunca acaba de encajar con el resto, y es la creación que Margarita Lozano hace del personaje de la madre. Sin dudar de sus excelencias interpretativas, lo cierto es que ni su físico ni su forma de declamar la hacían la actriz ideal para encarnar a Mary Tyrone. A veces parece como si su actuación dis­curriera en un registro distinto al de los otros miembros del reparto, y su per­sonaje no llega a conmovernos en el es­cenario como es capaz de hacerlo con la mera lectura de la obra. Alberto Clo­sas parece haber tenido en cuenta las palabras de Lawrence Olivier a la ho­ra de encarar su personaje (6). Su interpretacn, no obstante, peca a veces de excesiva llaneza, y en contra de la opinn del eximio Olivier creemos que el personaje creado por O'Neill si tenía bastante de ese histrión del que Closas ha huido en todo momento, aunque en las escenas fuertes del drama su actua­cn sube muchos enteros. Carlos Hipó­lito y José Pedro Carrión, como los hi­jos, realizan un trabajo impecable. La angustia, la tortura, el dolor de sus per­sonajes llega sin trabas al espectador. Ana Goya, en la corta intervención de la criada, pone las pinceladas humorís­ticas en la función exagerando un tanto algunas características de su persona­je que en el texto aparecen más difumi­nadas

 

En conjunto, el gran reto que supoa el montaje de esta obra se ha saldado con unos resultados más que favora­bles. Este Largo viaje hacia la noche exige la asistencia de todo aquel que se considera un amante del teatro.

 

(1) Citemos como ejemplo el Simposium internacio­nal Eugene O'Neill, celebrado en Madrid, o la edi­ción de algunas obras del autor ya comentadas en RESEÑA n.o 179, pags. 32-33.

(2) Otras traducciones del título en castellano son Largo viaje del día hacia la noche y Viaje de un largo día hacia la noche, tal vez la más correcta.

(3) La acción de la obra transcurre en un único día del mes de agosto de 1912, si bien constantemen­te se evocan hechos del pasado. Los personajes son los propios padres del autor, su hermano ma­yor y el propio Eugene O'Neill, que aparece con el nombre de Edmund. Prácticamente todo lo que se dice en el texto, hasta los detalles más nimios, es autobiográfico.

(4) Sueño y tragedia en el Teatro Norteamericano, Isaac Chocrón, Alfadil Ediciones, 1984.

(5) El film, producido en 1962, fue estrenado en Es­paña en 1969, en salas de arte y ensayo, con el ti­tulo Larga jomada hacia la noche. Eran sus intér­pretes Katherine Hepburn, Ralp Richardson, Jason Robards y Dean Stockwell.

(6) Mi resistencia a esa pieza maratón se fundaba en razones muy distintas. No es que creyera que ese papel no era apropiado para m[; veía de so­bra que estaba dentro de mis posibilidades, pero cuando se interpreta el papel de alguien que pertenece a una profesión que tanto se presta a la burla, es ya tradicional que se crea que ha de ser un estereotipo: vanidoso, afectado, presumido; con ganas de llamar la atención y bastante absurdo. Confesiones de un actor, Lawrence Olivier, Plane­ta 1984.

 

Título: Largo viaje hacia la noche.

Autor: Eugene O'Neill.

Traducción y adaptación: Ana Antón-Pacheco.

Dirección: Miguel Narros y William Layton.

Escenografía y vestuario: An­drea D'Odorico.

Iluminación: José Miguel Saez.

Reparto: Alberto Closas (Games Tyron), Margarita Lozano (Mary Tyron), Carlos Hipóli­to (Edmund), José Pedro Carrión (Gamie), Ana Goya (Cathleen).

Estreno en Madrid: Teatro Español, 19 de octubre de 1988.

 


Francisco Moreno
Copyright©franciscomoreno

 


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Última actualización el Lunes, 14 de Mayo de 2012 17:56